Adentrarnos en tierra de mausoleos que parecen palacios; y de desiertos cual aventureras, dormir en una yurta bajo miles y miles de estrellas.
Enamorarme aún más (si eso es posible) del color azul y surfear con mi mente el mar que forman sus azulejos. Comer con las manos, sin saber realmente lo que comes. Pasear por sus mercados. Recibir sonrisas de sus gentes.
Abrir la mente. Viajar en el tiempo y descubrir las maravillas que entrañan la ruta de la seda.
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Pero ¿por qué Uzbekistán? Es la pregunta que se repite una y otra vez cuando digo cuál es mi próximo destino.
¿Por qué Uzbekistán?
Si cierro los ojos y pienso en Uzbekistán vienen a mi alma imágenes de atardeceres brillando en azulejos. De desiertos interminables alejados de mares u océanos o de cualquier población. Imagino el calor sofocante de los veranos y el frío siberiano en las estepas al llegar el invierno.
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Cierro los ojos y dejo a mi fantasía volar. Veo a Alejandro Magno conquistando el terreno y rindiéndose a las delicias de un país con tanta riqueza arquitectónica.. Enamorándose de la hija de Spitamen, la que fuese su última esposa, Roxana; la princesa más bella de toda Asia. Si dejo que mi mente hile historias, veo cómo Marco Polo se siente fascinado por unas tierras aún por explorar, aún por desentrañar, aún por desnudar..
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Cuando fantaseo con Uzbekistán, a mis oídos llegan las risas de una población que mezcla varias etnias. Creando un clan propio y tan diverso que sería muy difícil describirlos físicamente con unos rasgos comunes. Si mentalmente dibujo sus facciones, los imagino con caras ovaladas y pómulos marcados.
Con ojos rasgados y de pelo y tez oscura; dignos descendientes de Genghis Khan y de sus vecinos mongoles, pero también veo gente con trazos turcos y árabes.
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Si me pedís que hable de Uzbekistán sin aún conocerla, mi mente se transporta 2000 años atrás, cuando comerciantes recorrían la maraña de 8000 kilómetros que separaban la antigua Xian de Roma, transportando los materiales más preciados: metales preciosos, piedras, jades y porcelanas.. Alforjas sostenidas por grandes caballos negros y camellos capaces de soportar kilómetros y kilómetros de desiertos, repletas de miel, cristales y marfil, de seda y papel; de perfumes y de pólvora.. De sabiduría y riqueza espiritual, de conocimiento y cultura esperando a ser escuchados y aprendidos por otras etnias, por otras razas.
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Si tengo que describir Uzbekistán sin aún conocerla, os hablaría de un país intenso, no sólo en sus colores, también en su historia; marcada por las huellas de aquellos que quisieron conquistar las riquezas que unían Oriente y Occidente en este punto estratégico, pero también de sus monarcas, que llegaron a convertirse en los más poderosos del continente.
¿Así que aún dudáis de por qué elegí Uzbekistán?
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¡MUCHAS GRACIAS POR LEERME!
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