Segundo día de trekking. Me esperan 20 kilómetros de caminata y un paseo en barca hasta llegar al maravilloso Lago Inle. Durante el trayecto, compartimos tramos con viajeros de todo el mundo descubriendo que, no importa de qué parte del planeta seas, todos tenemos un punto de unión; la pasión por conocer el mundo.
¡Y un nuevo día llegó!
Estamos perdidos en la Birmania más profunda. No sabemos el nombre de la aldea que nos ha acogido esta noche; apenas hemos dormido por los ronquidos de nuestros compañeros pero ¡qué felicidad de estar viviendo esta experiencia tan enriquecedora! Cuando planeaba el viaje a Myanmar tenía algo de dudas en incluir el trekking en la ruta, el miedo a dormir en la casa de alguien que no conocía, a no saber qué encontraría me hizo dudar. ¡Qué importante es en estos casos salir de la zona de confort y ponerte nuevos retos ante ti, porque el resultado siempre es positivo!
Fuera hace mucho frío, y ya ha empezado a amanecer. Aunque nos han preparado una «zona» para asearnos, no somos demasiado valientes. El agua de la tinaja ha pasado toda la noche fuera y está congelada así que tiramos de toallitas húmedas, que en unas horas estaremos en el Lago Inle y disfrutaré de una buena ducha.
Cuando termino de prepararme, el desayuno ya está preparado. Tortitas con fruta y mermelada, un manjar que nos sabe a gloria.
Antes de marcharnos me maquillan con tanaka (algo que estaba deseando hacer) ya que es uno de los sellos de identidad del país.
La tanaka son unos polvos amarillentos extraídos de la pulpa de un árbol de la zona, al mezclarse con aceite se genera una pasta que se aplica en la cara de mujeres y niños y que sirve como protector solar y como elemento decorativo a su vez. Con mucha tristeza nos despedimos de la que, por una noche, ha sido nuestra familia.
Comienza nuestra caminata, casi 20 kilómetros de un paisaje similar al de ayer pero que hoy compartiremos con más viajeros de otros grupos.
Prácticamente no haremos ninguna parada hasta la hora de comer, salvo pequeños stops de 15 minutos. Aunque la mayoría de gente se queja de compartir este día con el resto de compañías de trekking, a mi me gustó muchísimo ya que conocí a gente de todo el mundo y me contaron sus experiencias viajeras; por ejemplo, un chico me contó que llevaba 6 años viajando ininterrumpidamente. ¿Imagináis lo que debe ser eso?
Además nuestra guía nos contó más detalles de la cultura de las etnias birmanas. Por ejemplo, los abuelos dejan las herencias a sus nietos en lugar de a sus hijos, el motivo es que cuando éstos mueren, sus hijos ya tienen una vida hecha, pero sus nietos son los que están empezando a construirla y necesitan de ayuda.
Y después de dos horas de caminata llegó uno de los peores momentos de mi viaje.
Como os comentaba en la entrada anterior, el calzado es uno de los puntos más importantes a la hora de realizar un trekking; pues bien, yo me planté con mis botas de trekking (que supuestamente eran cómodas) y después de todo el día anterior caminando tenía ciertas molestias.
Pero tras dos horas más de caminata sentía que era imposible caminar más, que mi hueso iba a partirse en cualquier momento, además empezaron a aparecer las temidas ampollas. Por más que llevaba Compeed ampollas y las cubrí y vendé la zona llegó un momento en el que creía que no podría dar ni un paso más, que había llegado a mi límite.
En mi mochila no había nada de calzado para cambiarme y la única opción era ir descalza pero Myanmar es una de las zonas con más peligro de mordedura de serpiente y estábamos en una zona con cierto riesgo.
Aguanté unos kilómetros más pero era un suplicio así que, en un acto de desesperación cambié mis botas por unas chanclas del 43 (cuando yo calzo un 36). Sí, no suena muy cómodo pero la alternativa me parecía mucho peor.
En un primer momento (y pensando que quedaba poco) creía que sería soportable, pero llegó un momento en el que el dolor era horrible. Y lo peor, cuando intenté volver a ponerme las botas ya no había manera. Realmente no es muy agradable contar algo así (y menos aún vivirlo) pero si os sirve para preparar bien todo antes del viaje, aquí tenéis mi (embarazosa) experiencia.
Tuve mucha suerte porque mis compañeros aflojaron un poquito el ritmo de la caminata, incluso me buscaron un bastón para caminar mejor; pero hubo momentos en los que sólo quería llorar y hubiera pagado lo necesario para que alguien me sacara de allí.
Continuando con la información sobre el trekking; en el camino es necesario pagar una tasa turística para acceder a la zona del Lago Inle y poder continuar caminando. El precio de esta tasa es de 10$ por persona.
Después de tanta caminata por fin llegamos a la zona donde nos tienen preparado el almuerzo. Aquí disfrutaremos de una comida que nos sabe a gloria y de un buen momento de descanso. Además nos traen fruta y pude probar por primera vez la fruta dragón.
Caminamos un par de kilómetros más hasta llegar hasta la zona de los embarcaderos. Una barquita nos espera para llevarnos a Nyansgshwe; el principal núcleo turístico del lago y la zona con mayor población.
El viaje en barca dura más de una hora. En el primer tramo se realiza a través de canales estrechos desde donde se puede apreciar sin problema las casitas sobre el agua, algunos jardines flotantes y ver desde cerca a los lugareños trabajando.
Poco a poco estos canales comienzan a ensancharse para mostrarse casi como un océano. Aquí dejamos a Amalia y a Vincent que dormirán en uno de los resorts que se encuentran justo en el centro del lago y nosotros seguimos nuestro camino.
En cuestión de minutos empiezan a aparecer los famosos pescadores del lago, manejando con maestría los aparejos, aunque eso es algo que os mostraré bien en la siguiente entrada.
Sólo necesitas este tramo de una hora para ser consciente de la importancia que tiene el agua en esta zona y para darte cuenta de la realidad que se vive en una zona así. Las calles son inexistentes, la vida se focaliza en torno a este elemento y el resto es superfluo.
Cuando llegamos a la ciudad decido compartir un taxi con Oackes, por 2000 kyats que me deja justo en la puerta del hotel.
El hotel paraa estas dos noches fue el The Hotel Emperor – Inle (pinchando en su nombre os llevará a su página de Booking). Cuando estuve en Mandalay y conocí a Andrea y Nico, me comentaron que ellos se alojarían aquí y que el precio era bastante bueno, así que para poder estar juntos de nuevo decidí elegir el mismo.
¿Cosas buenas del hotel? Como casi en cada alojamiento en Myanmar, la amabilidad extrema. Creo que jamás me habían recibido con tantas sonrisas, cuidados y mimos. Su ubicación es muy céntrica, no necesitas caminar demasiado para moverte por la ciudad; la habitación tenía buen tamaño. Como en el resto de hoteles, me dejaban agua embotellada cada día y, antes de marcharme, me dejaron una habitación para ducharme.
¿Cosas negativas? Como viene pasando desde Bagán, los baños dejan bastante que desear. En este caso no era demasiado negativo, pero es algo a mejorar.
¿Recomendaría este hotel? Absolutamente sí. No tuve ningún problema, y todo fue amabilidad y un servicio de lujo por un precio muy asequible.
Aunque Andrea y Nico me dicen de salir a cenar, yo no puedo tirar de mi cuerpo. Tengo los hombros quemados, los pies destrozados y un dolor de cabeza bastante considerable.
Mañana recorreré por fin el Lago y descubriré mucho más de la zona, además de alguna que otra sorpresa que os desvelaré en la próxima entrada.
¡Nos vemos en el Lago Inle!