¡Llegó el día!

Comienza el trekking hacia el Lago Inle, una experiencia mágica ya que conviviremos con personas de diferentes partes del mundo y con familias locales que nos acogerán en sus casas durante la aventura; dormiremos con ellos y nos mostrarán sus costumbres y cultura.

A las 8 de la mañana tenemos que estar en la puerta de Uncle Sam, así que me despierto temprano y me preparo.
Además hoy no se me escapa el desayuno en el hotel, hoy hay que coger fuerzas. Prácticamente las mochilas estaban preparadas desde la noche anterior.

Aunque tenía tiempo de sobra, finalmente se me echó el tiempo encima. El problema es que, aunque pedí el taxi con tiempo de sobra, el chico de recepción se equivocó y  tuve que esperar de nuevo a que por fin vinieran a buscarme.

Llegué un par de minutos tarde, pero en estas cosas la puntualidad no suele ser demasiado precisa.

Nada más bajar del taxi, veo que Oackes está allí y nos presentan a los que serían nuestros compañeros de ruta, Amalia y Vincent y un chico de China del que no recuerdo el nombre (era demasiado callado y apenas se relacionaba). Además se acercó el propio Sam (el dueño del negocio) a saludarnos y desearnos una ruta agradable y a preocuparse porque todo estuviera a nuestro gusto y nos sintiéramos cómodos.

Todas las maletas están ya preparadas para ser enviadas a nuestros hoteles y nosotros más que ilusionados así que, tras esos primeros momentos de organización, nos montamos en la furgoneta que nos llevará a el punto de partida.

El primer tramo (de unos 40 minutos aproximadamente) se realiza en vehículo y, a partir de aquí, todo dependerá de nuestras ganas de caminar.

Aprovechamos estos momentos en la furgoneta para empezar a conocernos y hacernos preguntas sobre nuestros viajes, de dónde venimos, a qué nos dedicamos y un largo etcétera.

Tengo que reconocer que formamos un grupo bastante bueno, Amalia y Vincent son una pareja encantadora y con mucho por contar; ella es de Argentina y el de París, pero viven en Singapur y tratan de viajar todo lo posible. Oackes lleva más de un año y medio viajando y siempre al límite, nada de comodidades innecesarias así que imaginad cuántas experiencias lleva vividas y con tan sólo 18 años.

Y ya sí, toca comenzar a caminar y a descubrir el paisaje.

Pero ¿Qué es lo que ha hecho tan famoso este trekking y por qué todo el mundo quiere hacerlo?
Si leéis más blogs de viajes os dirán lo mismo que yo, los paisajes no son los más espectaculares del mundo, pero la experiencia sí que es única. Realmente no sé hasta que punto es «real» todo aquello que visitaremos, si la gente que conoceremos viven así, pero sí que conectas mucho con la forma de vida que te muestran los pueblos que atravesaremos.

Es una inmersión en la vida más «típica y auténtica» de Birmania, la que parece que aún no se ha dejado adulterar por el turismo.

Es el momento de ver a campesinos y agricultores arando las tierras que separan Kalaw del Lago Inle, de ver extensiones inmensas de jengibre recién recolectado, de extensiones de arrozales distribuidos en terrazas (aunque en la época del año que lo visitamos nosotros aún no estaban verdes), de cruzarte con el ganado y sentir la respiración de los bueyes a menos de 15 centímetros de distancia de ti.

Es el momento de colarnos en casas construidas con bambú, donde cada pisada parece que derrumbará esos muros, donde aún se construye en alto para dejar el espacio al ganado bajo la casa y así mantener el calor, donde la vida tiene una tranquilidad y pausas nuevas. Donde la tradición aún sigue presente.

El trekking se realiza en tramos, unas dos horas caminando aproximadamente para hacer pequeñas paradas, depende del momento del día serán de 45 minutos o de una hora y media. Por eso es muy importante tener en cuenta qué es necesario llevar en nuestra mochila. Creo que, aunque yo llevaba lo mínimo, podría haber reducido ese peso aún más (y el tamaño de mi mochila), porque aunque en un primer momento no pueda parecer pesada, creedme que, después de tres horas caminando, esos gramos se convierten en kilos.

¿QUÉ LLEVAR EN LA MOCHILA PARA EL TREKKING AL LAGO INLE?
  • Mochila cómoda y de un tamaño medio. Olvidad desde ya el ir cargados con una mochila grande; aunque no lo parezca, cuanto menos equipaje llevéis más cómoda será vuestra experiencia. En mi caso, llevaba la típica mochila que todos hemos usado para la escuela y, creedme, la hubiera dejado en el camino más de una vez.
  • ¿Cuánta ropa es necesaria? Tengo que reconocer que, aunque no soy la típica chica que lleva maletas y maletas cuando se marcha de viaje, sí que suelo llevar cosas «por si acaso». En esta ocasión llevaba la ropa del primer día, otra para el día siguiente y algo para usar como pijama, además del chubasquero. Creo que si hoy volviera a hacer el trekking únicamente llevaría las mallas con las que caminé (y las usaría para dormir), la camiseta del primer día y otra para el día siguiente y un jersey o chaqueta (y el chubasquero). No vamos a estar guapos, sino a vivir la experiencia, así que fuera ropa que no vayamos a usar.
  • ¿Qué calzado usar? Creo que este es el punto más importante y al que más atención debéis prestar. Tuve la maravillosa idea de pensar que lo más adecuado sería utilizar mis botas de trekking, ya las había usado en Perú (había subido con ellas a Huayna Picchu y eran cómodas ¿Qué podía salir mal?). Seguramente en la mayoría de blogs leáis que son un imprescindible y que os arrepentiréis de no llevarlas; por mi experiencia os diré que sólo las uséis si sabéis que son cómodas y las habéis usado muchísimo. En mi caso, el segundo día apenas podía caminar del dolor que me causaban y de las heridas que me habían hecho, incluso hubo tramos que tuve que descalzarme porque era imposible dar un sólo paso más. Mejor unas deportivas cómodas que un calzado especializado pero que aún no está amoldado a vuestro pie.
  • Repelente antimosquitos y crema solar. Vamos a caminar por una zona con bastantes insectos, así que es fundamental llevar repelente; además pasaremos horas bajo el sol (nosotros acabamos casi todos colorados aunque usábamos protector solar, por lo que es lo primero que debéis incluir en la mochila)
  • Artículos de aseo. Cepillo de dientes y pasta, una toalla pequeña, desodorante algún sobre de gel y champú del hotel; además de pañuelos, que el papel higiénico en esta zona es inexistente.
  • ¿Agua? Podréis comprar agua en cada parada que realicemos así que sólo es necesario llevarla en el primer tramo y (muy importante) recordad ir comprando en cada alto en el camino.

Casi desde el primer instante en el que empezamos a caminar comenzamos a ver agricultores y a ganaderos. El paisaje es prácticamente árido, estamos en la estación seca y el verde no nos acompañará pero los colores tierra son preciosos y crean postales como las que os dejo a continuación.

Durante toda la caminata vamos encontrando a muchísima gente de la zona, fundamentalmente niños que nos paran y llaman con curiosidad y nos ofrecen jengibre. Es increíble ver las sonrisas y caras de felicidad y la amabilidad con la que te reciben, aunque no te conozcan de nada.

LOS POBLADOS PA -O

Llevamos una hora y media de ruta y hacemos una primera parada para conocer los poblados de los Pa-O.

Allí nos ofrecen frutos secos y té, además de poder ir al baño si lo necesitamos (ya hemos llegado a la zona donde te planteas que quizás esconderte tras un matorral sea mejor baño). En esta tribu, las mujeres se dedican a tejer así que nos muestran sus creaciones por si estamos interesados en comprar algo.

Tras una media hora, iniciamos de nuevo nuestra andadura. Ya no pararemos hasta la hora de comer.

Todo este tramo lo dediqué a charlar con nuestra guía, una chica de 21 años que me contó muchísimas cosas sobre la religión budista, sobre cómo vivía ella la espiritualidad y las costumbres de su país. En su caso, se negaba aún a seguir la tradición de casarse joven y formar una familia, estaba estudiando y quería buscar algo más.

Puede parecer algo muy «lógico», pero Myanmar tiene zonas donde aún existen los matrimonios concertados y donde la mujer no tiene demasiada libertad para elegir su vida.

El tiempo se pasa muy rápido y, cuando nos damos cuenta ya hemos llegado a la casita donde comeremos.

La casita está realizada con materiales naturales y perecederos como maderas y mimbres, es muy curioso para todos el hecho de que, con cada pisada, la casa tiemble. Somos 6 personas, más la guía, más la gente que vive en la casa ¡imaginad la de miniterremotos con cada mínimo movimiento! Subimos a la primera planta, que tienen perfectamente acondicionada con esterillas y donde una mesa nos espera.

Para comer nos sirven sopa de jengibre, desde que habíamos visto que la zona se dedicaba al cultivo de esta planta íbamos bromeando con que esa sería nuestra comida, no íbamos muy desencaminados. De segundo nos sirvieron noddles y fruta de postre. Además pudimos descansar un ratito, incluso dormir una pequeña siesta.

Desde aquí caminaremos hasta la casa que nos acogerá para pasar la noche, haremos pequeñas paradas para disfrutar del paisaje pero ninguna oficial.

Aún así, la ruta no se hace nada pesada. Nuestra guía continuamente nos explica curiosidades sobre las plantas y animales de la zona; además de preguntar acerca de nuestra cultura, nuestra política, de nuestros viajes.

Cuando nos damos cuenta ya habíamos llegado a la aldea que nos daría cobijo. Nada más llegar aprovechamos para ver cómo será nuestra habitación, creo que todos íbamos con algo de miedo por ver qué nos encontraríamos y, finalmente, hemos tenido bastante suerte.

Dejamos las mochilas y, sin pensárnoslo demasiado, nos ponemos a caminar buscando una zona donde poder ver la puesta de sol.

Por el camino nos cruzamos con mucha gente de la zona, especialmente con niños que se acercan a charlar con nosotros y a preguntarnos cómo nos llamamos y nuestra edad. Tomamos bastantes fotos y jugamos un ratito con ellos, al final estos momentos son por los que estas experiencias merecen la pena.

Cuando volvemos, tienen la cena preparada. Bastante verdura, arroz y algo de pollo. Además sacan algunas cervezas que comparten entre todos (yo ni después de 30 kilómetros consigo que me guste la cerveza) y aprovechamos para seguir charlando y conocer más de esta cultura preguntándole a nuestra guía. Todo bajo un cielo estrellado y muchas risas y momentos divertidos gracias a Amalia y su miedo a los gatos. Jugamos con la hija de la mujer que nos acogía, intentamos echar decenas de veces al gato que se resistía a marcharse y aprovechamos el momento como buenos «disfrutones» que somos.

Y ya sí, llegó el momento de marcharnos a dormir.

Empieza a hacer algo de frío y subimos a nuestras camas. Amalia y yo dormimos juntas (entre tanto chico hay que hacer algo de unión) y aquí empezó la «tortura china» y nunca mejor dicho. El chico de China que venía con nosotros fue el primero en dormirse y justo en ese momento comenzó la sinfonía de ronquidos que se vió acompañada por los del dueño de la casa.

Por más que hacíamos ruido para despertarlo, que intentamos moverle, que nos tapábamos los oídos, era imposible conciliar el sueño. A las 5 y media de la mañana decidió despertar para ir a ver amanecer y ahí pudimos descansar aunque fuera una horita.

Mañana nos espera el resto del camino hasta el Lago Inle y las primeras impresiones de un lugar precioso, espero que os quedéis para leerme y descubrirlo conmigo.

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