Amanece en Puno con lluvia.
A pesar de que Febrero es la época de lluvias, el fenómeno «el Niño» ha conseguido que salga el sol en aquellos lugares que he visitado aunque la predicción inicial era lluvia.
Nada más despertar preparo la maleta y la mochila y me doy una ducha, porque hoy emprendo una nueva ruta.
El día que llegué a Puno saqué los billetes dirección a Cuzco, donde dormiré esta noche; con paradas en Pukara, La Raya, Sicuani, Raqchi, Checacupe y Andahuaylillas.
Los contraté con el hotel porque el precio era el mismo que en la agencia, 155 soles; unos 41€. El billete incluye la entrada a todos los sitios que visitaré y una comida buffet (excepto las bebidas).
Aprovecho el buffet libre para desayunar y tomo un taxi con destino a la estación de autobuses por unos 3 soles.
El autobús sale a las 6:50 de la mañana y, antes de subir, hay que pagar una tasa de 1,5 soles. La compañía que elegí fue Inka Express (pinchando aquí os llevará a la compra del billete) porque había leído experiencias de varios blogueros que hicieron la ruta con ellos y la recomendaban.
Al ser un viaje de 10 horas, era mejor ir haciendo paradas e ir descubriendo pequeños pueblos que, de otra manera, nunca hubiera visitado.
La primera parada la hacemos alrededor de las 8:30 de la mañana en Pukara, a 3900 metros de altitud.
Pukara fue el primer nucleo de población en la cuenca del norte del lago Titicaca en torno a los años 500 a.C hasta el 200 d.C. Este lugar aporta mucha información sobre los orígenes de la civilización andina.
Empiezo visitando el Museo Lítico, donde hay esculturas monolíticas de la cultura Pukara y una cronología de culturas para compararla con el resto de culturas peruanas y europeas.
De Pukara son los típicos toritos que veréis también en Puno y que representan la dualidad. Según los locales no se deben comprar los dos, sino comprar uno y el otro debe ser regalado.
De aquí paso a visitar la Iglesia de Santa Isabel.
Construida por los misioneros jesuitas en 1767 para imponer la religión cristiana; una auténtica joya arquitectónica barroca realizada en piedra. A pesar de que en la zona es un material que escasea.
Quizás uno de sus mayores atractivos (al menos a mí así me lo pareció) es su cúpula, que se alza en medio de un paisaje verde y gris, creando un contraste precioso.
Después de unos minutos libres vuelvo al autobús, rumbo a la siguiente parada.
En torno a las 10:30 pasadas llegamos a 4335 metros de altitud. A Abra La Raya, el cruce entre el valle que desemboca en el lago Titicaca y el que conduce a Cuzco y al Valle Sagrado. Al fondo se observa el volcán Chimboya, de unos 5500 metros de altitud y que permite el nacimiento del río Vilcanota; el río sagrado de los Incas que termina desembocando en el Amazonas.
Aquí también podréis comprar algunos souvenirs y prendas de alpaca y vicuña.
Vuelvo al autobús rumbo a Sicuani, donde almorzaríamos en un buffet.
Según me cuentan, Sicuani es una ciudad grande; importante al ser una intersección con la carretera de Puno a Arequipa. Nosotros no la visitamos ya que la parada era únicamente para la comida.
Comemos en un restaurante con unas vistas preciosas (como podéis ver en las fotografías). Al ser un buffet, se puede elegir entre una gran variedad (hay ensaladas, legumbres, carnes, pescado, pasta y variedad de postres), todo acompañado de música en directo.
Con el estómago lleno, retomamos el viaje en autobús para hacer la parada más interesante del viaje, el Templo de Wiracocha en Raqchi. Llegamos sobre las 2 de la tarde, pero el trayecto se hace más ameno porque voy hablando con un investigador alemán que lleva años en Perú estudiando las antiguas culturas que lo habitaron y su arqueología.
Me va contando datos muy interesantes sobre los sitios que hemos visitado y los que visitaremos.
Los incas construyeron este templo, de más de 12 metros de alto, para Wiracocha; el creador de todo lo existente. Está construido en un lugar donde el silencio rural del ambiente resalta aún más la belleza monumental de la cultura prehispánica.
Raqchi se encuentra rodeada de cerros, en un lugar donde el sol brilla continuamente. Pero no por eso deja de ser fértil y colorido. Al estar a 3.500 metros sobre el nivel del mar y encontrarse tan cerca del río Vilcanota, el verde pinta totalmente el paisaje.
Es muy normal encontrar a campesinos en el interior del complejo arqueológico (de unas 80 hectáreas) en plenas labores agrícolas.
Fundamentalmente se empleó adobe sobre piedra, una novedad en la construcción inca en el Cusco.
El complejo estaba rodeado por una pared. El templo era un gran hall rectangular de 92 metros de largo y 25 de ancho. El techo que superaba los 2000 metros cuadrados.
Al parecer, antiguamente, cruzar el templo de un extremo a otro no era tarea fácil. Era un enorme laberinto, y en su interior albergaba un altar con una imagen de Wiracocha sobre un pedestal.
También podremos encontrar en la parte sur del monumento arqueológico 12 construcciones. Posibles casas, cada una con 12 habitaciones y que se cree que eran destinadas para albergar a sacerdotes y peregrinos.
En el oeste encontramos estructuras menores que pudieron servir como almacenes de comida y dos fuentes de agua.
Cuando los conquistadores españoles llegaron a la zona, la imagen de Wiraconcha fue trasladada a la Coricancha; igual que las momias de los incas, para evitar su destrucción. Finalmente desaparecieron.
Los buscadores de oro no dudaron en tomar el templo y saquearlo, al igual que el altar, la capilla y varias estructuras. Es increíble pensar que una cultura «superior» como era considerada la española en ese momento, fuera capaz de comportarse como auténticos bárbaros; destruyendo todo con lo que se iban cruzando en el camino sin pensar en la cultura, creencias y vida de la población que allí vivía.
Tengo que reconocer que hubo varios momentos en los que sentí cierta vergüenza de ser española. Sobre todo al visitar ciertas construcciones y enterarnos de las barbaridades que hicimos hace siglos.
Cuando terminamos de visitar el complejo nos dejan unos minutitos libres por si queremos comprar algún souvenir o ir al baño y después seguimos el camino dirección a Checacupe.
Llegamos alrededor de las 15:00 y, aunque nos venden como principal atractivo el puente colgante, lo cierto es que la verdadera joya es el puente colonial que hay tras él.
Fue uno de los primeros construidos por los corregidores españoles. Cruzamos el puente colgante, construido con cuerdas, maderas y piel y volvemos al autobús. Nos dirigimos a Andahuaylillas, donde podremos contemplar la Capilla Sixtina de América.
La iglesia de San Pedro Apóstol de Andahuaylillas fue construida durante el siglo XVII, en la cima de una huaca (un lugar sagrado para los incas) igual que el resto de construcciones religiosas españolas.
Se construyó en ladrillo y adobe y tiene una sola nave, el ábside y el campanario. En su interior alberga los dos órganos más antiguos de América Latina. Pero si hay algo por lo que esta iglesia es conocida es por la policromía de sus techos y el arco triunfal que separa el presbiterio de la nave principal. Las fotografías en el interior están prohibidas así que no puedo enseñároslo, pero creedme que merece la pena.
A la salida de la iglesia visitamos en museo que hay justo al lado donde se exponen cráneos deformes.
En esta época era habitual entablillas las cabezas de los bebés de familias importantes para que adoptasen estas formas. Dentro del museo encontramos una «explicación» demasiado paranoica del por qué de estos cráneos. Según ellos son seres extraterrestres y muestran una recreación de cómo serían. Teniendo una cultura tan interesante, me parece algo estúpido tener que recurrir a estas cosas.
Antes de volver al autobús di un paseo por los puestos y compré un helado porque hacía un calor horroroso. La próxima parada será Cuzco, a la que llegaremos pasadas las 6 de la tarde.
El autobús me deja en la agencia de Inka Express, así que tomamos un taxi hasta el hotel que compartí con Luis, uno de los viajeros que venía con nosotros en el autobús. Un español jubilado que estaba disfrutando de Latinoamérica. El taxi cuesta 12 soles, pero al compartirlo pagué únicamente 6 soles.
Cuando llego al hotel hablo con el chico de la recepción y contrato el tour hasta Ollantaytambo que haré al día siguiente.
Aún no estoy segura de que fuera una buena opción. No por el tour en sí, sino por algunos inconvenientes que fueron dándose y retrasaron el camino aprovechando el día menos de lo que me hubiese gustado.
Mi intención, tras una ducha, era salir a visitar un poco la ciudad; pero nada más instalarme empieza a diluviar y una tormenta eléctrica increíble.
Empiezo a asustarme porque la previsión para Machu Picchu es la misma con la que me recibe Cuzco. Me daría mucha pena no poder disfrutarlo como quisiera, pero no pierdo la esperanza de que el tiempo de una tregua.
Viendo que es imposible salir a la calle sin empaparme o que me caiga un rayo, pedí una pizza en la pizzería que hay justo al lado del hotel por 25 soles y decido descansar para retomar fuerzas.
En mi camino a Cuzco decidí recorrer la conocida como Ruta del Sol; un viaje que acerca más a la cultura de este país y a su pasado.
En la ruta pararemos en lugares estratégicos para descubrir los maravillosos paisajes peruanos; la historia de los pueblos andinos y de sus lugares arqueológicos, con una visita de lujo: El templo de Wiracocha en Raqchi.
Excelente guía, justo lo que necesitaba. Muchas gracias por tomarse el tiempo de explicar en detalle la experiencia.